Aunque no se esté muy integrado en el mundo del baloncesto, cuesta no reconocer el nombre de Pablo Laso cuando se escucha en televisión o en prensa.Ex-jugador y entrenador de baloncesto, actualmente agente libre después de su desvinculación del Real Madrid, tuvo la desgracia de sufrir un infarto de miocardio el pasado mes de junio. Es por ello que fue sometido a un cateterismo en el Hospital Universitario Sanitas La Moraleja el pasado 4 de julio.
Tras este evento, el entrenador no ha tardado apenas unas horas en publicar en su cuenta de Twitter su predisposición a continuar ejerciendo la profesión al máximo nivel (interpretamos que más pronto que tarde).
Curioseando entre las reacciones a su twit, es interesante y curioso encontrar que muchas de las respuestas manifestaban un cuestionable tono de fragilización en cuanto a la vuelta a la actividad normal (“no te han asegurado que estés exento de un nuevo episodio”, …).
Quizá el asunto radique en la concepción social general de tipo fragilista en torno a estos eventos. La mentalidad poblacional sigue siendo la de “a partir de ahora, ve con cuidado y no haga más de lo que no toque”.
Es precisamente la aplicación de estas técnicas de recanalización, la terapia farmacológica, la educación sociosanitaria y el reentrenamiento cardíaco lo que tratan de luchar contra esa concepción de “no hacer más”.
Cada vez tenemos más a nuestra disposición todos estos recursos para que el "return to play" sea cuanto antes y como antes (o al menos, similar a la situación previa). Pero sigue dando la sensación de que no se ha implantado este pensamiento en nuestros pacientes y su entorno.
Debemos escapar, ahora más que nunca, de esas posturas sobreprotectoras. Limitar es debilitar. Dar las herramientas y empoderar a estos pacientes es la base para recuperar una situación funcional lo más óptima y adaptada su modus vivendi.
Y Pablo Laso, con 54 palos, tendrá hábitos que cambiar; pero probablemente tenga todavía mucha capacidad para guerrear.
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