Siguiendo
con las consultas habituales con el cardiólogo que se dedica al deporte, nos
encontramos con los trastornos de la frecuencia cardiaca y del ritmo. Muchos deportistas son remitidos a
nuestra consulta por presencia de frecuencias cardiacas bajas, lo que médicamente
conocemos como "bradicardia". Vienen "asustados" porque
sus médicos le han dicho que tiene el "corazón casi parado, puede que
necesite en un futuro un marcapasos", y les recomiendan que sean
estudiados por un especialista.
Diversos
estudios han demostrado que las personas que realizan ejercicio físico de forma
regular presentan frecuencias cardíacas más bajas que personas sedentarias de
la misma edad. La mayoría de deportistas con bradicardia marcada permanecen
libres de síntomas y tienen un rendimiento ajustado a su nivel de
entrenamiento.
La
bradicardia sinusal en reposo es el hallazgo más presente, aunque con el
ejercicio, generalmente, se producirá un incremento de la frecuencia cardíaca,
causado por:
- disminución de la acción inhibidora del vago,
- estimulación simpática,
- aumento de la temperatura corporal
- secreción de adrenalina.
Se
ha comprobado que a partir de la 2ª semana de entrenamiento de resistencia, el
deportista empezará a presentar una reducción moderada del pulso, pero será
necesario más tiempo y un mayor nivel de entrenamiento para apreciarse una
bradicardia más marcada y consistente.
Así pues, el deportista va a presentar una serie de alteraciones en el electrocardiograma (ECG) en relación con la bradicardia, que habitualmente se deberán considerar modificaciones fisiológicas secundarias al efecto del entrenamiento, que con alta frecuencia podrán desaparecer al cesar la práctica deportiva que venían desarrollando.
La bradicardia es frecuente en deportistas entrenados, pero no suele ser habitual que sea inferior a 40 latidos por minuto en reposo, aunque durante el sueño podemos registrar frecuencias menores e incluso bloqueos aurículo-ventriculares y pausas sinusales. Pero estos hallazgos desaparecen con el esfuerzo y son asintomáticas, es decir, no producen síntomas tales como mareos, desfallecimientos o pérdidas de conciencia transitorias (síncopes).
La bradicardia extrema (<40 lpm) es una adaptación fisiológica, que suele desaparecer al abandonar el entrenamiento, que se mantiene con niveles de entrenamiento moderado, y que se caracteriza por la ausencia de otras arritmias durante el seguimiento y estudio del deportista.
La bradicardia extrema (<40 lpm) es una adaptación fisiológica, que suele desaparecer al abandonar el entrenamiento, que se mantiene con niveles de entrenamiento moderado, y que se caracteriza por la ausencia de otras arritmias durante el seguimiento y estudio del deportista.
La presencia en el ECG de pulso lento (bradicardia), repolarización precoz, bloqueo incompleto de rama derecha o bloqueo aurículo-ventricular de primer grado, puede estar presente en casi un 10% de atletas entrenados, y solo en el caso de hallar alteraciones en ECG poco frecuentes, deberíamos realizar más pruebas complementarias cardiológicas, tales como una prueba de esfuerzo, ecocardiograma, Holter-ECG de 24-48 horas,... para descartar problemas cardiológicos que conlleven riesgos.
En el próximo post de nuestro Blog de #CardiologiaDeportiva completaremos más temas en relación con la bradicardia del deportista.