Fernando de la Guía @Cardio_delaGuia
Interesante
articulo (1) publicado en European Journal of Preventive Cardiology sobre
lo que ha supuesto el confinamiento, la permanencia en casa como consecuencia
de la nueva enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19). Durante unos meses como
medida para evitar la propagación del virus, se tomaron decisiones de “cierre
total” de actividades y salidas al exterior, con los posibles efectos
nocivos de la inactividad física. En muchos casos, el trabajo en las oficinas
se sustituyó por “teletrabajo”, y las actividades deportivas fueron
suspendidas al aire libre, de tal modo que se vieron peligrar las
recomendaciones básicas sobre ejercicio en el grupo de edad más comprometido
por el coronavirus, es decir, entrenamiento semanal de al menos 150 minutos de
actividad física de intensidad moderada o 75 minutos de actividad física de
intensidad vigorosa, o una combinación correspondiente de actividad de
intensidad moderada e intensiva.
En otro artículo,
en el que he tenido la suerte de participar (2) publicado en Nutrients,
revisamos el imparto metabólico del confinamiento. Está claro que
durante este periodo hemos vivido muchas experiencias, se han ido acumulando
momentos de depresión, irritabilidad, desasosiego e incluso desesperanza. Y el
ejercicio es una excelente “válvula de escape” que nos ayuda a aliviar muchos
problemas. Se ha comprobado que alcanzar los niveles de actividad física
recomendados por la OMS se asocia con un riesgo 17% menor de eventos
cardiovasculares, un 23% menor riesgo de mortalidad cardiovascular y un 26%
menor incidencia de diabetes tipo 2.
Se describen los
efectos nocivos tras un cese abrupto de la actividad física, como el que ha
sucedido con la cuarentena del covid19, con aparición rápida de resistencia a
la insulina en el tejido muscular y disminución de la utilización de glucosa
muscular, con la consiguiente atrofia muscular, así como deterioro de la
capacidad aeróbica y problemas de hipertensión arterial. Muy interesante es la
mención al consumo reducido de energía por los músculos que puede fomentar
la producción de lipoproteínas aterogénicas, promoviendo acumulación de
lípidos dentro de los vasos sanguíneos y acelerar la enfermedad
aterosclerótica.
Uno de los aspectos
que más se ha descrito durante esta fase de confinamiento ha sido la reducción
de urgencias hospitalarias cardiovasculares, con una disminución
impresionante de eventos coronarios (anginas, infartos, revascularizaciones).
Pero tras esa fase hemos comprobado que esos eventos si que se han producido,
pero los pacientes no acudían a los centros hospitalarios, probablemente por
miedo a sufrir infecciones por coronavirus. Hay que resaltar que el cese de
la actividad física puede provocar una disminución del retorno venoso y
una menor perfusión coronaria, aumentando el riesgo de anginas e infartos
de miocardio.
Por eso desde
amplios sectores médicos se ha estado insistiendo en la necesidad de mantenerse
activo durante esta fase (no sabemos si habrá nuevos rebrotes), manteniendo una
actitud activa, realizando ejercicios aeróbicos simultaneando con ejercicios de
resistencia y fuerza. Y esa actitud positiva debe mantenerse una vez que se nos
permita salir a la calle y poder realizar una vida “más normal”, pero
recordando siempre mantener distancia de seguridad y emplear mascarillas cuando
sea necesario.
REFERENCIAS
1. Physical inactivity and cardiovascular diseaseat the time of coronavirus disease 2019 (COVID-19). Giuseppe Lippi, Brandon M Henry, Fabian Sanchis-Gomar. European Journal of Preventive
Cardiology Volume: 27 issue: 9, page(s): 906-908. Issue
published: June 1, 2020. https://doi.org/10.1177/2047487320916823
2. Metabolic
Impacts of Confinement during the COVID-19 Pandemic Due to Modified Diet and
Physical Activity Habits. María Martinez-Ferran, Fernando de la
Guía-Galipienso,
Fabián Sanchis-Gomar and Helios Pareja-Galeano. Nutrients 2020, 12(6), 1549; https://doi.org/10.3390/nu12061549 - 26 May 2020