Un motivo habitual para acudir a una consulta de cardiología deportiva son las arritmias cardíacas inducidas por el ejercicio. Dentro de ellas, uno de los subtipos más frecuentes es la fibrilación auricular (FA).
La
FA es una taquiarritmia en la que las aurículas laten de manera desorganizada y
muy rápida, habitualmente >350 latidos por minuto. Por suerte, la conducción
eléctrica cardíaca cuenta con una barrera fisiológica (el nodo
aurículo-ventricular) que impide que todos esos estímulos auriculares sean
conducidos a los ventrículos, lo cual de producirse podría derivar en una
arritmia ventricular mortal. Por esta modulación del nodo auriculo-ventricular,
la FA produce una conducción ventricular
variable, habitualmente percibida por los pacientes como pulso rápido e
irregular.
Existe
una relación compleja entre el deporte y la FA. El ejercicio de intensidad moderada
ha demostrado ser un factor protector de esta arritmia en múltiples estudios,
mientras que en intensidad muy elevada puede aumentar su incidencia. Se cree que
parte de este riesgo está en relación a los cambios estructurales cardíacos que
induce el ejercicio, entre ellos el crecimiento de la aurícula izquierda.
Para
tratar de arrojar un poco de luz en este tema, Heitmann y colaboradores observaron
a un grupo de 2479 personas sin cardiopatía (52.4% mujeres) durante una media
de 20.2 años (entre 1994 y 2016). Además
del tamaño de la aurícula izquierda y otras variables del ecocardiograma, se
midieron índice de masa corporal, tensión arterial, número de tazas de café al día, actividad
física, etc. durante el seguimiento.
El
estudio de la muestra a lo largo del tiempo arrojó varias conclusiones:
- Los pacientes con dilatación de aurícula izquierda tenían un 38% más de riesgo de padecer FA en comparación con los de aurículas de tamaño normal .
- Los pacientes moderadamente activos tenían un 32% menos de riesgo de FA respecto a los inactivos. Concretamente, observaron una relación entre actividad física y FA “en U” (la inactividad y el ejercicio muy intenso predisponen a FA, mientras que el ejercicio moderado es el que protege).
- Los pacientes moderadamente activos no tenían mayor riesgo de FA a pesar de tener dilatación de aurícula izquierda, si los comparamos con pacientes moderadamente activos con tamaño auricular normal. Es decir, el riesgo de FA que podría sobrevenir por el crecimiento de la aurícula izquierda queda anulado por la actividad física en la cuantía adecuada (probablemente por su efecto protector sobre la tensión arterial, glucemia y otros factores de riesgo cardiovascular).
Y
es que los autores del estudio postulan que el mayor riesgo de FA observado en
sujetos inactivos con dilatación auricular puede deberse precisamente a
condiciones patológicas que elevan la presión o volumen auricular de manera
crónica, como, por ejemplo, la hipertensión arterial, la disfunción diastólica
ventricular o la insuficiencia cardíaca. El deporte vigoroso puede simular
estas condiciones de sobrecarga auricular, pero solo mientras dure la práctica
deportiva, cediendo durante el reposo. Por ello, si realizamos ejercicio físico
muy intenso y sin respetar los descansos, asemejamos el escenario al del paciente
patológico.
Por
tanto, como conclusión para prevenir la FA, es muy importante realizar
ejercicio físico en la intensidad adecuada; y siempre cuidar el descanso y la recuperación,
sobre todo tras la realización de ejercicio de vigoroso. Para terminar, os dejo
las recomendaciones para la práctica de ejercicio en la población general de la
Sociedad Europea de Cardiología en sus últimas guías de 2020.
Autor del comentario: Dr. Koldo Ugedo @koldobain
Bibliografía: