Os queremos hacer eco aquí de una revisión publicada recientemente que resume las investigaciones actuales sobre la microbiota intestinal y el ejercicio, haciendo especial en la interacción de la dieta, la actividad física, el rendimiento deportivo y el papel que desarrollan la colección de microorganismos (bacterias, hongos, virus, etc) que viven en nuestro intestino.
Diferentes trabajos han apreciado una correlación entre la microbiota intestinal y la actividad física, de este modo el ejercicio cardiorrespiratorio indujo cambios inmediatos en la composición de la microbiota intestinal, mientras que el ejercicio de fuerza no tuvo ningún efecto, y esto podría deberse a diferencias en las vías metabólicas involucradas y activadas por diferentes modalidades de ejercicio.
Del mismo modo, además de afectar la microbiota intestinal, el ejercicio también afecta la fisiología gastrointestinal. Si bien el ejercicio generalmente actúa como un estrés beneficioso, puede volverse perjudicial si el aumento de la duración y la intensidad no se apoyan con un entrenamiento, un descanso, una nutrición y un estado antioxidante adecuados.
El ejercicio activa el sistema nervioso autónomo, aumentando las concentraciones circulantes de cortisol y catecolaminas, epinefrina y norepinefrina, en los tejidos periféricos y el tracto gastrointestinal, dando como resultado una reducción del flujo sanguíneo al tracto gastrointestinal, lo que provoca hipoxia, agotamiento de ATP y estrés oxidativo, pudiendose dañar la barrera intestinal, aumentando la permeabilidad intestinal y ocasionando inflamación.
El ejercicio de intensidad baja a moderada promueve la motilidad gastrointestinal y el tiempo de tránsito, mientras que el ejercicio prolongado (≥2 h) puede tener el efecto contrario, además de crear trastornos gastrointestinales agudos. Se indica en este trabajo que el ejercicio regular promueve adaptaciones para mantener el flujo sanguíneo intestinal y reducir la inflamación, aunque la recuperación también debe ser adecuada.
Los deportistas que entrenan a altas intensidades durante largos períodos sin una alimentación adecuada corren el riesgo de sufrir alteraciones en la integridad y función intestinal, con la aparición de síntomas gastrointestinales. Se ha comprobado que la ingesta inadecuada de carbohidratos aumenta la respuesta de estrés proinflamatoria al ejercicio extenuante prolongado y continuo. Pero los estudios se han centrado principalmente en los efectos de la ingesta aguda (antes y durante) sobre los síntomas gastrointestinales durante el ejercicio en lugar de la dieta habitual.
Así pues, aquí os dejamos la referencia de esta revisión, muy interesante para su lectura y análisis.
REFERENCIA
Riley L Hughes, Hannah D Holscher.
Fueling Gut Microbes: A Review of the Interaction between Diet, Exercise, and the Gut Microbiota in Athletes.
Advances in Nutrition, Volume 12, Issue 6, November 2021, Pages 2190–2215,
https://doi.org/10.1093/advances/nmab077
Fueling Gut Microbes: A Review of the Interaction between Diet, Exercise, and the Gut Microbiota in Athletes.
Advances in Nutrition, Volume 12, Issue 6, November 2021, Pages 2190–2215,
https://doi.org/10.1093/advances/nmab077